Como en
todas las hortalizas de hoja, la espinaca no tiene un contenido extraordinario
en sustancias nutritivas. En 100 g figuran 93 g de agua, 2,3 g de proteínas,
0,3 g de grasa y 1,8 g de hidrocarbonados, con solo unas 20 calorías. Pero
resulta importante su rico contenido en vitaminas, valiosos minerales en forma
de sales, clorofila, oligoelementos y fermentos. De cuanto exponemos a
continuación, podrá deducirse fácilmente su enorme valor fisiológico y
nutritivo.
Los
elementos activos de la espinaca son tan numerosos que, como suele decirse,
sustituyen media farmacia. Esta comparación no es, en modo alguno exagerada.
Esta sabrosa hortaliza de hojas es rica en calcio, fósforo y azufre. Con sólo
estos tres factores ocuparía ya un lugar destacado en el régimen nutritivo. Pero
lo más importante es otra cosa: la espinaca ofrece una combinación ideal de
toda la mejor farmacopea que reconocemos como necesaria y eficaz para la
formación de la sangre, esto es: arsénico (0,009 mg en 100g), cobre, yodo,
hierro (10 mg en 100g), vitamina C y clorofila, que es químicamente muy
parecida a la hemoglobina humana.
¿Qué
laboratorio puede ofrecer una mejor composición? Nuestros preparados de hierro
no logran resultados mejores que el jugo crudo de espinaca, así como el de
ortigas, que es de riqueza potencial equivalente. El jugo de espinacas ha
demostrado su eficacia en el tratamiento de muchachas anémicas durante los años
de desarrollo, para acelerar la reposición de sangre después de las
operaciones, así como para las hemorragias internas declaradas u ocultas, cuyo
tratamiento quirúrgico eventual o se debe abandonar. Pero si esto no fuera
suficiente para convencerse de valor excepcional de la espinaca, añadiremos que
la espinaca ocupa el primer lugar con gran ventaja entre las hortalizas por su
contenido en proteínas, vitaminas y elementos minerales. Como además los
componentes básicos sobrepasan a los ácidos, así la orina, con una alimentación abundante en espinacas
tiende, siempre que no se consuman demasiados alimentos de gran producción de
ácidos, como carne, huevos, avellanas, nueces y similares o cereales, a una
reacción alcalina, que es la que se busca en la enfermedades para la
desintoxicación, evacuación y expulsión de sal.
Contiene vitamina A en cantidad
notable, es decir, la vitamina para la protección de la piel y las mucosas, que
ni siquiera se pierde por cocción, evaporación o conservación. No deberá
tampoco menospreciarse el excelente contenido en vitaminas B y C. Estas
características hacen evidente que la espinaca y su jugo desempeñan un papel
destacadísimo en las enfermedades gástricas de la lactancia y primera infancia.
Naturalmente, puede decirse lo mismo respecto a la alimentación de enfermos.
Este justo canto a las espinacas
tiene, sin embargo, una estrofa que debe olvidarse. Ya fue entonada por los
árabes, quienes sabían que la espinaca es <<buena para el hígado,
curativa para ictericia y laxante para la digestión>>. Está antiquísima
experiencia y comprobación queda hoy explicada desde que se descubrió la presencia
de la secretina en la espinaca, que en combinación con la saponina (elemento de
características similares a las del jabón) ejerce un efecto de aceleración y
aumento de la secreción en el hígado, la vesícula biliar, el páncreas, el
estómago y el intestino.
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