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lunes, 27 de agosto de 2012

La cereza



No sólo los niños y los pájaros consumen gustosos las cerezas sino también a los adultos les agrada la fruta de esta rosácea, a causa de su pulpa refrescante. La cereza (prunus avium), denominada cereza común o mollar en castilla; cirerer en Cataluña y cerexo en Galicia, es una especie cultivada de la cereza silvestre que alguna que otra vez descubrimos en nuestros bosques y espesuras y que antiguamente se daba en casi tosa Europa, hasta en Noruega, con abundancia. La guinda (prunus cerasus), guindo común en Castilla y guindeira en Galicia, procede del Cáucaso, donde todavía existe en estado salvaje.

Propiedades y empleo

Examinemos las cerezas en cuanto a las energías que contienen y sus posibilidades de aprovechamiento. Actúan, como la mayor parte de las rosáceas, en las vías gastrointestinales y en sus órganos anexos, la glándula hepática y el páncreas.

Como las fresas, las cerezas son también ricas en glucosa (12 por 100), lo que les da un buen índice de saciedad. La guinda tiene el mismo contenido de glucosa, pero además tiene ácidos orgánicos (0,9 por 100) que condicionan su sabor. Estos ácidos vegetales actúan como depuradores en el metabolismo y como elementos antibacterianos, desinfectantes y recolección, tomar 1 kg  de cerezas diario elimina muy pronto la atonía intestinal o el estreñimiento. El contenido elevado en minerales (0,7 por 100) convierte a la cereza en un medio dietético de primera fila. Consigue anular graves deficiencias en la nutrición por el excesivo consumo de harina blanca, azúcar refinada, carne y especias. Los obesos que quieran adelgazar deberían someterse a una dieta total de cerezas, ya que son perfectamente soportables. Se tiene la sensación de haber comido abundantemente y, sin embargo, se consigue una notable reducción de peso ya que falta los auténticos portadores de energía, grasa y proteínas, así como también la sal.

Los antiguos médicos conocían las propiedades dietéticas de la fruta del país mejor que nosotros y las aplicaciones con éxito en sus curaciones. ¿Por qué hemos de tener abandonado este valioso remedios que nos ofrece la naturaleza? En mi opinión, la cura de cerezas en primavera tiene la misma justificación que la mucho más conocida cura de uvas en otoño.

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