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lunes, 27 de agosto de 2012

La manzana



El manzano (Pirus Malus) ya era conocido y apreciado entre los pueblos cultos de la antigüedad. Tropezamos con el cultivo de la manzana tanto entre los israelitas, griegos y romanos, como entre nuestros más lejanos antecesores. De la Edad media tenemos numerosos testimonios que nos informan sobre el alto nivel del cultivo de la fruta y más especialmente de la manzana silvestre. En numerosos  cruces con tipos de Europa, Asia y Ultramar, se dieron en el curso de los siglos las variedades hoy conocidas, que vienen a sumar en total más de 600.
En España pueden incluirse entre las manzanas genuinas, los peros y las camuesas. En estado silvestre se encuentran sobre todo en N.E. de la Península, recibiendo el nombre de pomera borda, en Cataluña, peraza silvestre o maguilo en Castilla y caruceiro den Galicia. Se encuentran cultivadas en todas las provincias españolas, especialmente en las septentrionales. Reciben multitud de nombres vulgares, pumar en Asturias, manzano en Castilla, pomera en Cataluña y maceira en Galicia.
Muchos millones de manzanos proporcionan hoy no sólo un apetitoso alimento, sino también una valiosa materia prima para numerosas ramas de la industria, como son la fabricación mermeladas y zumos.
Botánicamente el manzano pertenece a la familia de las Rosáceas tan útil para nosotros.


Composición

Aunque el análisis químico de la fruta nos da una imagen  débil de la eficacia de la manzana en el organismo vivo, puede convenir darlo a conocer para permitir una comparación con las demás especies de frutas. Por término medio se obtienen los siguientes valores en la manzana cruda;

Agua                                              83,9
Proteína                                          0,4
Grasa 0 Hidrato de carbono      13,3
Ácidos de fruta                              0,65
Minerales                                        1,7
Exceso de bases                             1,7
Calorías                                          59

Aparte de sodio, magnesio, fósforo, azufre y cloro, se comprobado la presencia del ácido silícico de aluminio. A esto se agregan las combinaciones estéricas de los ácidos de la fruta que condicionan su grato perfume y la pectina, fécula que puede retener un gran volumen de agua. La manzana ha alcanzado en los últimos tiempos su plena consideración como insustituible medio de curación, aunque siempre fuera famosa por sus efectos curativos.
Fuente: La alimentación y la salud de Ernesto Schneider.

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