Se
afirma frecuentemente que nuestra alimentación habitual es suficiente para
procurar cantidades satisfactorias de vitamina A, tanto a los niños como a los
adultos, puesto que la contienen la leche, la mantequilla, la yema de huevo,
las hortalizas, las zanahorias y lechugas en su forma final o como caroteno.
Pero en
contra se da el hecho de que muchos niños raquíticos, escrofulosos o
tuberculosos y otros con deficiencias menos graves están necesitados de
vitamina A. Así, ha demostrado numerosas investigaciones que precisamente los
niños precisan frecuentemente mucho tiempo para ver en la oscuridad o después
de deslumbrarse, es decir, muestran un dificultad de acomodación, que sabemos
es un indicio de pobreza de vitamina A.
Análisis
cuidadosos sobre las causas de insuficiencia en vitamina A o en carotinoides
han dado por resultado que:
1. Existe una oferta insuficiente
en la alimentación.
2. La mala digestión de las grasas
perjudica a la trituración y absorción de los elementos activos disolventes de
las grasas, entre los que figura la vitamina A y sus productos previos.
3. Los procesos defectuosos de
constitución y estructura del organismo conducen a la insuficiencia biliar.
Por
tanto, la presencia en el organismo de suficiente vitamina A depende del
conveniente consumo a través de la alimentación, de la existencia de una
digestión normal de las grasas, en que desempeñan función decisiva los llamados
ácidos grasos no saturados linólico y linoleico y del desarrollo normal del
proceso metabólico tras la absorción de esos elementos a través del intestino.
La
vitamina A es imprescindible para múltiples funciones orgánicas, polo que su
insuficiencia en la alimentación debe evitarse bajo todos los conceptos. El
modo más sencillo de lograrlo es consumir diariamente, a ser posible, entre
medio vaso y un vaso de jugo de zanahoria.
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